El Príncipe Alcouz y el Hechicero (Prince Alcouz and the Magician)

Translation of Clark Ashton Smith by Javier Jimenez Barco

Alcouz Khan era el único hijo de Yakoob Ullah, Sultán de Balkh. Indócil y vicioso por naturaleza, No hacía nada excepto aumentar el lujo y el poder de su posición. Creció altanero, cruel, y disoluto, y en sus años de madurez sus vicios y defectos sólo se hicieron más pronunciados. Era exactamente la antítesis de su padre, que era un sabio y justo gobernante y se había consagrado a sí mismo al pueblo.

El príncipe pasaba su tiempo en deportes reprochables y en disipación y frecuentaba malas compañías. Su padre a menudo le amonestaba por ello, pero sin efecto alguno. Suspiraba al pensar en el no muy lejano día, pues estaba envejeciendo, en que Alcouz llegara al trono. La sucesión del príncipe, de hecho, era universalmente temida, pues bien sabía el pueblo qué tipo de Sultán sería aquel cruel y disipado joven.

Llegó a Balkh, desde el Hindostán, un notorio hechicero, de nombre Amaroo. Pronto se hizo famoso por su habilidad en predecir el futuro. Sus clientes eran muchos y procedentes de todos los estadios de la vida, pues el deseo de escrutar más allá del velo del futuro es universal.

Alcouz, actuando con el impulso común, le visitó. El hechicero, un hombre de pequeña estatura con ojos fieros y brillantes, que vestía togas floreadas, se alzó del diván en el cual se hallaba sentado absorto en su meditación, y saludó en voz baja.

"He venido a vos," dijo Alcouz, "para que podáis leer para mí en los ocultos e inescrutables designios del destino."

"Hasta donde llegue mi habilidad, os serviré," replicó el Hindú. Invitó a su visitante a que tomara asiento y procedió con sus preparativos. Pronunció unas pocas palabras en una jerga que Alcouz no pudo comprender y la sala quedó a oscuras excepto por la débil y oscilante luz de un brasero de carbones ardientes. En su interior, Amaroo arrojó algunas virutas de madera perfumada, que tenía a mano. Un humo negro y denso se alzó, y perfilándose en él, su medio oculta figura, que pareció volverse más alta e impresionante, recitó encantamientos en el extraño y desconocido dialecto.

La sala se iluminó y pareció expandirse indefinidamente, y con ella el negro vapor. Alcouz dejó de vislumbrar los muros y la sala semejaba una vasta caverna encerrada en la distancia por las tinieblas. El humo adquirió substancia mediantes serpenteantes, fantásticas formas que tomaron rápidamente la semblanza de seres humanos. Al mismo tiempo, los muros de la oscuridad se contrajeron hasta delimitar un espacio tan amplio como la Sala del Trono del Sultán. Se alzó más humo del brasero, y creció formando filas de pilares, un estrado y un trono. Una sombría figura se sentaba sobre el trono, ante el cual las otras figuras se congregaban y postraban. Rápidamente se hicieron más claras y fáciles de distiguir, y Alcouz los reconoció.

El lugar era el Real Salón del Trono, y la figura sentada era él mismo. Los demás eran oficiales de la corte y sus amigos personales. Había una corona sobre la cabeza de Alcouz y sus cortesanos le rendían homenaje. La escena se mantuvo un rato y entonces, las formas volvieron a desvanecerse en vapor negro.

Amaroo permaneció al lado del príncipe. "Lo que habéis contemplado, sucederá en tiempos venideros," dijo. "Ahora contemplaréis otro evento."

Una vez más se situó entre el remolineante humo y recitó invocaciones, y una vez más, el vapor creció formando pilares y un trono ocupado por la solitaria figura de Alcouz. Estaba sentado con la mirada perdida, absorto en sus pensamientos. Se acercó un esclavo y pareció hablarle, para después retirarse.

Llegó entonces una figura que Alcouz reconoció como la de Amaroo, el mago Hindú. Se postró ante el trono y pareció presentar algún tipo de petición. La forma sentada estaba, aparentemente, a punto de contestar, cuando el Hindú, saltando de súbito hasta su posición, extrajo de sus ropajes un largo cuchillo y se lo clavó.

Casi en el mismo instante, Alcouz, que observaba la escena consternado por el horror, lanzó un espantoso alarido y cayó muerto, con el corazón apuñalado por el hechicero, que se había deslizado detrás suyo sin ser observado.


English original: El Príncipe Alcouz y el Hechicero  (Prince Alcouz and the Magician)

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